Una lectura constitucionalista de Fratelli Tutti

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Una lectura constitucionalista de fratelli tutti

 

Desearía compartir tan sólo alguna reflexión que me ha suscitado la última Carta-Encíclica de mi admirado papa Francisco desde mi condición de jurista constitucionalista. Fratelli Tutti es luminosa por ser deliciosamente utópica. Creo que más que un programa concreto de acción política, es un faro en la oscuridad, repleta de hermosas sugerencias y de aire fresco. 

Destacaría: 

  1. la prohibición absoluta de la guerra y la pena de muerte.
  2. la invitación a la esperanza. 
  3. la solicitud de una ética humanista universal: no es casual que FT se construya –algo impensable hasta hace poco- en diálogo con un imán.
  4. por supuesto, la reivindicación de la fraternidad política y de la amistad social y 
  5. el rechazo del racismo, la globalización sólo económica, la neoesclavitud, el cinismo, la “cultura de muros” (preciosa expresión, me parece), el consumismo salvaje, el rechazo a las tradiciones (entre ellas, las religiosas), el relativismo moral; la comunicación fake; lo que tiene internet de pozo séptico.

Para un constitucionalista es útil porque se señalan los temas fundamentales de la doctrina social de la Iglesia y se hace, además, desde un enfoque preciso y concreto: desde los derechos de los descartados en las periferias, sobre todo, ancianos, pobres, discapacitados y, de modo particular, los inmigrantes. Este último es un tema central del magisterio de Francisco y es un asunto también de fuerte naturaleza constitucional que, por cierto, es crucial en México y en España. 

No obstante, se me plantean dudas. En FT se abordan temas de difícil equilibrio en la realidad. Por ejemplo, la defensa de un perdón que no olvida y que no significa impunidad, de un lado, con la amistad social por otro. Difícil imaginar una “revolución” política amable, no violenta, bondadosa. La superación de los graves conflictos sociales que se describen en FT a través de la idea de fraternidad no tiene un solo ejemplo real histórico. Aquí está uno de los puntos débiles de FT, su alejamiento de la realidad política. Si el diagnóstico (desde una antropología idealista y no realista) no tiene en cuenta la política real, sino la que nos gustaría o la que debiera ser, las soluciones son, inevitablemente, naif e irrealizables. Otro tema complicado, la alabanza que FT hace de los “poetas sociales”, movimientos populares que postulan cambios sociales y políticos, de un lado, y la crítica (que comparto sin reservas) de los populismos, que precisamente se nutren de esos mismos sujetos. 

La mirada severa (que también comparto, claro) de la política como marketing, como destrucción del adversario, etc., ¿es posible superarla simplemente apelando a la amistad y la fraternidad? Así como la Iglesia tuvo que responder en su momento a Freud, a Nietsche (quizá el peor contestado hasta ahora –es el más difícil de rebatir porque el poder y el placer son principios poderosos), a Marx, a Darwin y a tantos otros “maestros de la sospecha”, creo que sigue sin responder al primero de todos ellos, a Nicoló Machiavelli, es decir, a una mirada real y no estereotipada, antigua e idealista (entendida como falsa e interesada representación de la realidad) de cómo opera el poder político. 

Una última duda. La crítica absoluta, sin matices, a todo “liberalismo”. En un pasaje de FT, se dice que los ricos no necesitan fraternidad porque reivindican solo la libertad (de hacer lo que deseen). Es cierto que las crisis económicas recientes han agravado las brechas entre los ciudadanos y que la igualdad real sigue siendo una promesa no cumplida de nuestras democracias, pero ¿es razonable incluir en el mismo saco a los países con mayores índices de igualdad (Alemania, Finlandia, Suecia, por ejemplo) que al resto? ¿El liberalismo, cuando es “social”, no permite exhibir experiencias de éxito? ¿Todo en él es malo? O, más aún, ¿es posible la existencia de una democracia política sin liberalismo económico, aunque no valga cualquier modelo sino sólo aquel que procure una justa redistribución de la riqueza?

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