¿Porqué la Gente asalta el Capitolio de los Estados Unidos?

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Por qué la gente asalta el Capitolio de los Estados Unidos

¿Cómo explicar la irrupción de una masa de gente enfadada en el Congreso de la democracia más antigua del mundo? ¿Cómo entender por qué los trolls de internet salten de la pantalla a la calle? La respuesta es sencilla: un fantasma recorre el mundo, el populismo. Se trata de una realidad política que ha nacido en el siglo XXI y se ha extendido a todas las democracias. Todo el mundo habla de ello pero, en realidad, ¿de qué hablamos cuando hablamos de populismos? Lo explica brillantemente uno de los intelectuales franceses más prestigiosos, Pierre Rosanvallon en su libro El siglo del populismo Historia, teoría, crítica (Galaxia Gutenberg, Barcelona, 2020).  

El populismo “revoluciona la política del siglo XXI” pero es una palabra paradójica (es peyorativa, deriva de lo que funda la democracia, el pueblo), imprecisa (“palabra abstracta”), encubridora (la misma palabra engloba un conjunto de mutaciones políticas contemporáneas complejas, desde Chávez a Orbán, desde Duarte a Trump, desde Podemos a Jean-Luc Mélenchon, desde Salvini a Farage, y tantos otros), dudosa (sirve para estigmatizar al adversario). Una palabra, en definitiva, “plagada de trampas”. 

El electorado populista lo componen los “perdedores de la globalización”: personas que viven en zonas de decadencia industrial, ingresos y estudios inferiores a la media, poblaciones indignadas con un sistema que les condena a la invisibilidad o con miedo a perder su identidad tradicional por la llegada masiva de inmigrantes. Ese fracasado actor de Arizona que se ha convertido en el icono del asalto al Congreso por su disfraz de búfalo es un buen ejemplo. Pero también deriva de la crisis de los partidos, incapaces de enfrentar las urgencias del presente; del abismo entre la sociedad y la clase política. Desencanto político y fracturas sociales son las causas del populismo.  

La “anatomía del populismo” se funda sobre cinco elementos: (1) Concepción del pueblo: los populistas distinguen, dentro del mismo Estado, entre un “ellos” (“casta, oligarquía, élite, sistema, etc...) y un “nosotros”. El adversario político se convierte, de nuevo, en “enemigo” (2) Teoría de la democracia (los populistas prefieren la democracia directa –el referéndum-, una visión polarizada e hiperelectoralista de la soberanía que se propone domesticar las instituciones de carácter no electoral –Tribunales constitucionales y agencias independientes- y una voluntad general capaz de expresarse espontáneamente) (3) Modalidad favorita de representación, la preeminencia de la figura de un “hombre-pueblo” superador de la mala representación tradicional. Producen un riesgo de démocrature (“democradura”) (4) Política económica: nacional proteccionista; contraria a la regionalización y a la globalización (5) El populismo es un régimen de pasiones y emociones: utiliza los relatos de complot (la conspiración explica el caos y la complejidad, con una élite que mueve los hilos por debajo; algunas manipulaciones reales confirman todo) o de expulsión, abandono e invisibilidad (rabia de no ser reconocido, de ser abandonado, despreciado, de no importar nada a ojos de los poderosos). 

Los populismos de derecha y los de izquierda difieren, claro, pero tienen muchos puntos en común, más de lo que desearían sus proponentes. A mi juicio, en cualquier caso, el populismo nunca es la solución. La democracia es un sistema de diálogos para allanar las diferencias y construir la comunidad, nunca para exacerbar aquellas y destruir a esta.

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