Igualdad de género y fuerzas armadas

Uno de los cambios radicales de la organización militar en el siglo XXI es el ingreso en condiciones de igualdad de las mujeres. En México, mujeres y varones pueden desempeñar idénticas funciones en el Ejército desde 2020; en España, desde 1999. Obviamente, esto es un desarrollo del derecho constitucional de la igualdad de género. Las tres razones que tradicionalmente se han esgrimido para impedir a las mujeres ser militares, una ineptitud biológica derivada de su supuesta menor fuerza física, una incapacidad psicológica y moral para la agresividad y la violencia y el mayor coste económico que supone el ingreso de las mujeres en el Ejército (pues hay que duplicar vestuario, instalaciones, baños, etc.), han sido superadas, por fortuna. 

Pero hoy la cuestión ya no es sólo abrir de par en par las puertas de la Defensa a las mujeres, sino la de cambiar la cultura de lo militar hacia un enfoque diverso e inclusivo. Aunque las mujeres ya pueden ingresar en el Ejército en condiciones de igualdad con los varones, lo cierto es que el porcentaje de las que realmente lo hacen es aun extrañamente bajo. El 11,8% en México, el 12,8 en España. En este último país, las mujeres ocupan el 12% desde 2006, es decir, llevamos estancados en ese porcentaje durante más de 14 años. Más aún: la participación militar de las mujeres es más del doble en los Cuerpos comunes (32%) que en la Armada (13,7%) y los ejércitos de Tierra (11,63%) y Aire (14,14%). Los Cuerpos comunes responden, en gran medida, a los servicios auxiliares (sanitarios, administrativos, etc.) de apoyo a los ejércitos que históricamente han acogido a mujeres en su seno. También es interesante comprobar el porcentaje de mujeres en misiones internacionales: tan sólo del 6.8%. Dicho de otro modo: esta distribución de efectivos en cuanto al género responde a un patrón tradicional no del todo igualitario.